La preocupación es una constante en nuestras vidas y cada uno la expresa o manifiesta de forma distinta.
La incertidumbre, el miedo a lo desconocido, los demás, el futuro, la inestabilidad, la falta de seguridad sobre uno mismo, son sentimientos que canalizamos por medio de nuestras preocupaciones.
Pensar en ello, nos altera el ritmo habitual de nuestro organismo, provocando angustia, ansiedad, taquicardia, sudor frío, insomnio… Nuestro cuerpo se puede ver resentido si este estrés lo mantenemos durante un largo tiempo, generando enfermedades crónicas de origen emocional.
Por tanto, ¿ Cómo vencer nuestras preocupaciones?, ¿ Cómo enfrentarnos a ellas?, ¿Es una adecuada estrategia?.
Nuestra vida se puede haber convertido en un campo de minas, poner un pie en el sitio equivocado puede explotarnos directamente en la cara. Debemos anticipar la jugada, tenerlo todo bajo control, no podemos fallar ya que es probable que no tengamos otra oportunidad, no verse cumplidas las expectativas o sentir un “fracaso” sería algo insoportable.
En otras ocasiones vivimos aferrados a nuestros miedos, a que nuestros cimientos se tambaleen, preocupados porque nuestras vidas nunca se vean alteradas, no queremos sufrir.
Sin embargo, ¿No resulta paradógico que vivimos esclavos al sufrimiento constante que nos genera la preocupación?. Nos volvemos adivinos, anticipando aquello que tememos que pueda pasar, temerosos, inseguros, tacirturnos, dejamos de ser nosotros mismos. Peregrinamos como si llevarámos una mochila cargada a las espaldas, con resignación, nos acostumbramos a convivir con un sufrimiento constante provocado por nosotros mismos, creyendo que así podremos evitar un sufrimiento mayor.
¿Nos sirve entonces esta estrategia?, ¿Preocupándonos podemos evitar que algo no vaya a ocurrir?, ¿Nos ayuda o es un lastre que no nos permite avanzar?, ¿ En realidad percibimos falta de herramientas o recursos para manejar las diferentes situaciones?.
Otorgando a la preocupación una connotación positiva, que nos lleve a desarrollar herramientas alternativas, nos llevará a una solución más eficaz.
Párate, busca y acepta. (Éste podría ser un nuevo lema).
Párate a analizar la situación, mirar a tu alrededor. Busca dentro de ti, piensa, confía en ti mismo, aprende a pedir ayuda, tus prioridades, tus habilidades, tus objetivos. Y finalmente acepta las sensaciones negativas, no debemos evitarlas, ni temerlas, tampoco podemos saber lo que puede ocurrir en un futuro, ni siquiera mañana, esto forman parte de nuestra vida, no dejéis que las preocupaciones mermen vuestra calidad de vida.
Hola Ana, me preocupo demasiado en situaciones que se salen de mi día a día. En el trabajo, cuando tengo que desempeñar una tarea que no forma parte de mi rutina me llena de preocupación y me crea tensión antes y mientras la realizo.
Me gustaría saber si existe algún truco práctico para afrontarlas de mejor forma. Muchas gracias.
Hola,
Salirnos de nuestra zona de confort en general nos genera malestar. Si le añadimos que prestamos atención a aquello que nos genera ansiedad como: no lo haré bien, no sabré como hacerlo, no estaré a la altura,… nos supone un gran desgaste cognitivo y físico y si además no queremos que los demás se den cuenta, lo acusamos con mucha más ansiedad.
Desgraciadamente no hay “trucos”, pero sí soluciones que resultan eficaces a medio-largo plazo.
Enfrentarnos a estas situaciones hará que seamos más conscientes de que podemos hacerlo y además hacerlo bien, por lo que cada vez irás obteniendo más confianza en tí mismo.
Si además consigues dejar de prestar atención a tus miedos, tus pensamientos negativos que hacen que se altere tu organismo mientras haces una nueva tarea, y prestas más atención a tus recursos y objetivos, conseguirás ganar seguridad en tí mismo, notarás que la ansiedad que has experimentado siempre irá desapareciendo.